jueves, 24 de diciembre de 2020

En el portal de Belén

Ingresé a dōTERRA el 16 de marzo de 2020. Para entonces ya había conocido algunos de los productos básicos, y la manera en que me habían ayudado a mejorar en ciertos aspectos como la concentración y la estabilidad emocional. Soy escritor, y en los últimos años (sobre todo desde el 2012, año que desató una serie de procesos personales de los que, quizás, hablaré en otro momento) había tenido problemas con esos aspectos, lo cual se había manifestado, entre otras cosas, en forma de bloqueos a la hora de escribir. En los primeros meses del año 2020 pude ver cómo el uso regular de algunos aceites esenciales, todos los días y siempre a la misma hora, me ayudó a recuperar el control de lo que hacía ya tiempo se me había ido de las manos.

Me afilié a dōTERRA por la misma razón que la mayoría de las personas que lo hacen: para tener el descuento del 25% en cada una de mis compras. Viendo el catálogo de todos los productos disponibles, surgió mi primer sueño dentro de la empresa: me propuse que, al llegar la Navidad, tendría en mi portal de Belén los aceites esenciales de mirra e incienso. No es casual que este haya sido mi primer sueño, pues el portal de Belén encierra, simbólicamente, lo que considero mi espiritualidad: el Amor manifestándose lejos de la institución, al descampado y bajo las estrellas, en un pesebre a ras del suelo donde comen los animales (es decir, integrando a todos los seres de la Creación), y con la visita de los pastores (quienes, por la mala fama que tenía su profesión y por la carencia de tierra propia, sufrían la marginación en medio de su propio pueblo) y de los magos de Oriente (quienes, como extranjeros, sufrían también de marginación estando ahora en tierra ajena, y siendo astrólogos, se relacionaban con lo espiritual mediante lenguajes y prácticas mal vistos por la tierra en que nació Jesús); es decir, en un ambiente de paz en la sencillez y en la diversidad. Tan importantes son estos símbolos en mi vida que el portal de Belén se mantiene junto a mi cama todo el año, y no solo en Navidad; y escribí hace ya algún tiempo una obra al respecto, la “Guía del camino para magos y pastores”, cuyo enlace te muestro al final de este artículo por si le quieres echar un vistazo.

Los aceites esenciales de mirra e incienso están entre los más costosos. Extraídos en Somalilandia, Omán y Etiopía, donde dōTERRA los obtiene con un profundo respeto y apoyo a los agricultores que los siembran, las comunidades en que viven, y la conservación y mantenimiento de los árboles y de la salud de la tierra que los nutre y sostiene, requieren de un proceso cuidadoso y complejo en todas sus etapas, hasta que recibimos los aceites en los recipientes que adquirimos aquí en casa. Pasaron los meses a partir de mi inscripción, tuve siempre que invertir en otros productos, y cuando llegó diciembre, no había llegado aún a tenerlos. Sin embargo, otras cosas pasaron durante ese tiempo.

dōTERRA demostró ser mucho más de lo que yo en principio había pensado. Los beneficios de los aceites esenciales no me dejaban de sorprender; eran pequeños tesoros que yo desenterraba día a día, cada vez que investigaba o que compartía mis experiencias con las de otras personas. Pero creo que la mayor sorpresa fue precisamente eso: ¡las otras personas! dōTERRA resultó ser una especie de familia, llena de almas hermosas con muchísimas historias por vivir y por contar. Cada experiencia con cada aceite esencial, además de enriquecer mi propia vida, resultaba ser un motivo de regocijo para más de una de esas personas. Lo que yo aprendía a alguien le servía, y lo que alguien aprendía, a mí me servía. Era una experiencia de comunidad y, por tanto, llenaba a la perfección aquello que yo busco en mi vida espiritual.

El funcionamiento de dōTERRA como negocio también me sorprendió mucho, y muy gratamente. La primera vez que vi dinero en mi cuenta, no lo esperaba. Era poco dinero, porque este negocio se parece a sembrar un árbol: al principio la semilla está ahí, escondida, tanto que ni siquiera sabes que está ahí; luego los frutos son tímidos, lentos incluso, pero cuando te das cuenta, el árbol ha estado creciendo y ha ido alcanzando cada vez mayor regularidad y estabilidad. ¡Y lo mejor era, de nuevo, las personas a mi alrededor! No solamente cada triunfo era celebrado por todas, sino que, de hecho, cada triunfo individual era parte del triunfo de todas esas personas. dōTERRA se parece a una colmena: cada persona hace su parte, cada cual según su gusto y estilo, su capacidad y necesidad; pero cada logro es un granito del éxito de toda la colmena. Hablar de negocio no parecía “hablar de negocios”. El producto hablaba por sí mismo, y enamorarnos de los aceites esenciales siempre era solo cuestión de tiempo; y explicar cómo hacer dinero con dōTERRA no era exactamente eso, sino enseñar a las personas a descubrir sus propias habilidades y talentos para enseñar a otras más a hacer lo mismo; pues, al final, lo que buscábamos era que esas otras personas viviesen la experiencia que estábamos viviendo. Y la experiencia es, antes que nada, los aceites esenciales y sus maravillosas cualidades; y, de la mano con eso, la comunidad en que compartimos esas experiencias. Lo que hay detrás de cada conversación, de cada encuentro con cada persona, es el encuentro de esa persona consigo misma, con su propio potencial de bienestar y de liderazgo; y ese liderazgo no es otra cosa que aprender a abrir camino en el inagotable territorio de los propios talentos, y enseñar a otros a abrir esos mismos caminos dentro de sus propias vidas.

De todo esto me enamoré, conforme lo conocía y lo vivía. Cuando llegó diciembre no había olvidado mi primer sueño; pero estaba muy emocionado con todas las otras metas que habían brotado en mi ser. Sin embargo, había llegado el momento de volver a esa primera intención. Recibí mi mirra y mi incienso pocos días antes de la Noche Buena; los mismos aceites esenciales que los magos llevaron al Jesús recién nacido. Los agradecí con toda el alma, sabiendo que, si bien era el mismo sueño que había tenido en marzo, ahora que lo cumplía, se había convertido en uno muchísimo, muchísimo más grande; y, aun así… no ha dejado de ser mi primer sueño en dōTERRA, aquel que tuve desde el día en que entré a esta gran aventura; aquel sueño pequeñito y sencillo, pero tan lleno de significado; como aquel niño en el pesebre, en medio del frío y del silencio de la noche, en el portal de Belén.


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Guía del camino para magos y pastores


2 comentarios:

  1. Qué linda experiencia, comparto contigo la alegría y bendición que veo en doterra.

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